Mi trabajo está enraizado en el cuerpo, entendido como un espacio de disidencia y resistencia, atravesado por lo personal, lo político y nuestra poética personal: mi espacio de creación y acción.

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La improvisación, así como la exploración sonora, son los ejes fundamentales de mi trabajo, porque en su fluidez descubro nuevas perspectivas, así como la posibilidad de abrazar lo imprevisible y lo efímero.

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La danza es una forma de tender puentes, de generar una conversación que trasciende el cuerpo y toca las fibras más profundas de quienes se encuentran en el espacio compartido. A través de ella, propongo una mirada crítica a las estructuras de poder y a las normativas impuestas.

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Aquí, en esta confluencia de culturas y en este espacio de diásporas, mi trabajo escénico y visual se sigue tejiendo entre lo que he sido y lo que voy a ser, celebrando la diversidad de perspectivas y abrazando lo que está fuera de lugar.